Y pasó el tiempo, y día tras día subía por la caracoleante escalera que conducía a la torre y esperaba la llegada del pajarito. El gorrión, entusiasmado, cantaba y cantaba mientras el príncipe reflexionaba, se expresaba, entendía y se comprendía.
Había una vez un castillo muy hermoso, completamente rodeado de exhuberantes jardines y frondosos bosques. En él vivían los más valientes y atrevidos príncipes y las más bellas e ingeligentes princesas de todo el reino.
Uno de esos príncipes se llamaba Corrección. Era un joven amable y bondadoso, siempre abierto al conocimiento de sí msmo, de los demás y del mundo que le rodeaba.
Vivía feliz porque sabía que a su alrededor todo estaba ordenado. Las cosas, aunque aparentemente en movimiento constante, se colocaban de forma que dificilmente le afectaban. Un día, Corrección subió a la torre más alta del castillo y allí se encontró con un pequeño gorrión que cantaba. Después de estar escuchándole durante un rato, observó que, aunque su canto no era especialmente hermoso, le calmaba el ánimo y le permitía relexionar e, incluso, expresarse con más lucidez y entendimiento que en muchas de las clases magistrales que en aquel castillo se impartían y a las que él asistía regularmente.
El príncipe se quedó asombrado del curioso efecto que en él producía el canto alegre de aquel sencillo gorrión.
Como pensó que su pequeño amigo jamás le diría a nadie las cosas de él hablaba, consintio en volver al día siguiente, y al otro, y al otro...
... Y pasó el tiempo, y día tras día subía por la caracoleante escalera que conducía a la torre y esperaba la llegada del pajarito. El gorrión, entusiasmado, cantaba y cantaba mientras el príncipe reflexionaba, se expresaba, entendía y se comprendía.
Hasta que un día sucedío que el príncipe subió a la torre, pero el pájaro no llegó. Lo mismo sucedió al día siguiente, y al siguiente.
Correción empezó a generar en su corazón un sentimiento de duda y pensó que el gorrión nunca volvería a aparecer. La desconfianza fué creciendo en su interior llegando a pensar que tal vez se tratara de alguien encantado, y sabiendo todo lo que sabía de él, quizás lo utilizaria en contra en algún momento.
No volvió a subir la torre y así perdió la oportunidad de comprobar que al cuarto día el gorrión volvió a posarse sobre la piedra gris de la muralla. Regresó un día, y otro... y como no encontró al príncipe perdió la confianza y no volvió más.
Así fue como Correción desaprovechó la oportunidad de conocerse y entenderse, el gorrión la oportunidad de profundizar en su amistad.
FIN
Pero como yo soy un ser de luz y no gustan los finales tristes pongo un final alternativo y válido:
Y el príncipe se puso muy triste al ver que no venía aquél que le había servido durante tantos días como su mejor interlocutor y... dejó de subir a la torre.
Y perdió la oportunidad de comprobar que al cuarto día el gorrión regresó a su cita habitual.
Por su parte, el pájarillo volvió durante tres días y, al cuarto, perdió la confianza y no volvió.
Pasó el tiempo y el príncipe y el gorrión se echaban de menos y añoraban sus encuentros. Hasta que un día valoraron la oportunidad que la vida les brindaba de estar juntos y... el príncipe subió a la torre y el pajarillo voló a su encuentro y ambos comprendieron que las cosas no son a veces como parecen y que, para ser justos, es necesario aprender a no juzgar... no comparar... a no desconfiar... y a tener paciencia, para que con el tiempo podamos desvelar el por qué de las cosas. Y así fueron amigos, grandes amigos para siempre.
Soy Shastha y la desconfianza se lleva mucho en el mundo, no desconfieis por una tragedia, eso solo da más poder a la dualidad y con ello os condenais.
Sed pacientes hermanos mios el primer encuentro está ya muy muy muy cercano.
Amor y luz para todos.
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